Tepeaca de ayer, hoy y siempre-
Intercambio comercial entre el Puerto de Veracruz y la Ciudad
Novohispana de Tepeaca, Puebla
Por: José Francisco Jiménez Villa
Cronista de la ciudad de Tepeaca, Puebla (*)
Situada en el corazón del Estado de Puebla, se levanta hoy día una ciudad pujante y progresista con una larga e importante raíz histórica. Ya en el siglo XI de nuestra era grupos Tolteca-Chichimecas refundan la población que se conocerá como Tepeyacac Tlahiti Señorío que durante 350 años abarcaría casi el 70% de lo es actualmente el Estado de Puebla. Con la conquista Tlatelolca en 1398 y la mexica en 1446, está región se convirtió en tributaría de los imperios circunlacustres del Valle de México. Siendo los mexicas quienes en 1486 ordenas se establezca el tianguis de Tepeaca. Famoso desde entonces por ser un centro regional de abasto y un regulador comercial de producción e intercambio, entre la zona centro del altiplano y el sur-sureste del país.
De tal forma que el tianguis de Tepeaca no sólo se convierte en el mercado de acopio y abasto de productos regionales. Sino que ahora funge también como un calpixcalgo (centro recolector de tributos), aduana, centro y sede “diplomática”. -Recordemos, que los pochtecas, eran señores preparados para el comercio a gran escala-. Y parte de su labor era informar a sus superiores de las “novedades” que en sus largas caminatas se enteraban. Siendo a la vez portadores de saludos y noticias de sus respectivos reinos. Por ello mismo el mercado de Tepeaca pasaría a ser de gran importancia en las relaciones comerciales entre el Valle Central y la tierra caliente del Golfo. Ya que sojuzgado el señorío se garantizaba el dominio mexica en el corazón mismo del territorio mesoamericano. Así empezábamos a hablar de tributo e intercambio; comercio y trueque. Tal y como se siguió haciendo, y se hace hasta nuestros días. Este mercado de dimensiones impresionantes es el que encontrarán los conquistadores españoles que arriban a Tepeyacac en Septiembre de 1520. El propio Cortés en la “segunda Carta de Relación” le explica al rey, que por la importancia de la población, el número de pobladores, su privilegiada posición geográfica y su importante mercado, él ha decidido fundar una ciudad de españoles a las faldas del cerro en donde se ubica la población indígena. A la que nombra “Segura de la Frontera”, con una traza a damero y una plaza mayor, abierta para trasladar a los comerciantes, ordenarlos y darle una nueva dimensión a la recién fundada población y refundación española de Tepeaca.
Por su importancia comercial y por los servicios que la población hizo a favor de la corona, en 1559 se le concede el título de Ciudad y Blasón de Armas. Desde 1544 fue asiento de un Corregidor y desde 1555 sede de un Alcalde Mayor.
Durante la Colonia y bajo la aparente tranquilidad de la dominación española, se ocultaba una profunda pugna entre las autoridades civiles y eclesiásticas por la administración de los tributos, diezmos y alcabalas reales que a los indígenas debía cobrárseles. De ahí que en Tepeaca- Segura de la Frontera se construya la primer Colecturía (Alhóndiga) del virreinato para recolecta el diezmo en especie para la sobrevivencia de la iglesia y el “quinto” de la corona.
El sistema de encomiendas impuesto por los españoles dio como resultado que a finales del siglo XVI los reducidos dueños de tierras de labor y ante la necesidad empiecen a venderlas y con ello se crean las haciendas. De tal forma que en la región de Tepeaca a mediados del siglo XVII hay aproximadamente entre 300 y 350 ranchos y haciendas, siendo esta jurisdicción de Tepeaca el granero de maíz y trigo de toda la Nueva España. Tan importante era la producción agrícola de esta región que para entonces se constituía en la cabecera decimal más importante del obispado poblano.
Durante los años de 1700 a 1800 la población de la región se ve disminuida por las constantes epidemias, por la desmedida explotación de la mano de obra indígena, por el inicio de las crisis agrarias u el despojo de la tierra. No así la actividad comercial. La gente de la región continúa laborando arduamente en las haciendas y dedicándose a la actividad comercial y al intercambio de productos en el marco del tianguis. Agregándose ahora nuevas actividades artesanales y de producción comercial como la industria textil en lanas y algodón. Así la variedad de productos perecederos comestibles y los de ropa, aunados al intercambio de productos que llegaban a Veracruz^ desde España y los que llegaban a Acapulco vía la “nao” de China le van dando nuevas e interesantes dimensiones al mercado regional más importantes del país. El mercado Novohispano de Tepeaca.
La diversidad de mercancías así como la multiplicidad de sectores productivos constatan la enorme complejidad social y económica que siempre ha rodeado al mercado de Tepeaca. Sirva lo anterior para percatamos que desde la época prehispánica, el intercambio de productos en el tianguis, creo ur\ sistema complejo de organización, sobreviviendo usos y costumbres muy significativos que nos dan un claro testimonio de la eficiencia-funcional de dicho sistema.
En ello se conjugan una serie de factores que los hacen indispensables para el mantenimiento de las actividades desarrolladas no sólo en el “Hinterland”, sino en regiones que rebasan ese límite, entre tales factores -yo diría los principales-, están los históricos, tradicionales, geográficos, sin contar la necesidad que en ellos tienen los pequeños productores para subsistir.
Todo esto nos lleva a analizar de manera sucinta las relaciones que desde la época prehispánica han mantenido Tepeaca y el área central del Golfo de México, y en esta oportunidad solamente resumir un siglo de intercambio comercial el XVIII entre el Puerto de Veracruz y la región de Tepeaca.
Como es natural el Puerto de Veracruz el más importante de México-des-de siempre. Jugará un papel preponderante en el intercambio de productos para con el Altiplano Central. Los llegados de Castilla y los propiamente regionales. Sobre todo su evaluamos que durante casi todo el siglo XVIII, motivo de nuestro se da una entrada masiva de mercancías de Europa, que coyunturalmente regularan parte de la economía Novohispana.
Los flujos mercantiles que genera el puerto de Veracruz hacia el mercado de Tepeaca los vamos a tener registrados a través de los libros-reales de alcabalas, Libros del Viento, Libros del Tianguis y Libros de Carnes. Que existieron para control de pagos en la Receptoría de Tepeaca y que celosamente se guardan en dos grandes repositorios, El Archivo Histórico Municipal de Tepeaca y el Archivo General de Notarías del Estado de Puebla.
De esta manera, de Veracruz se introduce directamente a la Alcaldía Mayor de Tepeaca tres productos importantes de importación que serán: aguardientes, vinos y textiles; y de la atierra y solar veracruzano: Azúcar y sus derivados, frutas, algodón, pescado seco y fresco y un buen porcentaje de animales como cerdos, borregos y gallinas.
Las transacciones desde, luego, se realizan entre comerciantes caciques y grandes hacendados. Aunque otra parte del comercio entre ambas regiones se da por el dominio claramente distinguido de medianos mercaderes mestizos, ligados a la zona de tierra caliente.
De Tepeaca, llevaban lanas, cacahuete, verduras, hortalizas, sal de la llamada de indios, chiles, pulque, carnes macizas, manteca, cebo, jabones, jarcia, cueros, mucho maíz y trigo, mucho trigo.
De esta manera podemos observar cómo quedan registrados comerciantes de la Intendencia de Veracruz que comercian con Tepeaca. Principalmente los acaudalados comerciantes acaparadores del puerto; pero, también los de Tuxtepec, Orizaba, Córdoba, Alvarado, Cosamaloapan, Tlaliscoyan, Jalapa, Medellin, Tlacotalpan y Coatzacoalcos.
De ahí la importancia del intercambio comercial que desde siempre se ha generado en Tepeaca. Pues un comerciante veracruzano podía y puede comprar en Tepeaca una acémila que procede de Durango, o un toro que viene de Petlalcingo, Morelos; o una silla de montar de San Francisco del Rincón, Guanajuato; o unas fresas del bajío. Y un comerciante de San Juan del Río Querétaro podía y puede comprar pescado fresco, piñas o plátanos y enviarlos aún más allá, quizás hasta Zacatecas y Durango.
El intercambio de productos se da y se daba a gran escala, haciendo con ello un crecimiento de la economía entre ambas regiones geográficas, que se reflejaban en el crecimiento de las dos ciudades puntuales de este intercambio comercial: Tepeaca y el puerto de Veracruz.
Esto nos da clara muestra que el proceso de crecimiento del puerto de Veracruz como núcleo independiente de comercialización de productos importados había llegado a fines del siglo XVIII a un punto bastante alto, aún antes de la creación del consulado. Por supuesto, no debemos olvidar que la entera región de Veracruz ya hacía más de medio siglo que había entrado en un franco proceso de crecimiento, apoyada en una agricultura en pujante desarrollo, como demuestra claramente el incremento de la masa decimal veracruzana en relación a los diezmos del obispado poblano. La evolución de las alcabalas de la administración foránea de Veracruz es también un elocuente testimonio de este hecho. Asimismo es interesante comentar como al darse este intercambio comercial con Tepeaca, los mercaderes de la ciudad de México que anteriormente controlaban el comercio, van pasando a tercer plano ya segundo los mercaderes de la no menos importante ciudad de Puebla.
El circuito mercantil entre el puerto y Tepeaca va a constituir una importante fuente de ingresos que se ve reflejada a nivel regional en ambas poblaciones.
Sería largo .citar aquí y por obviedad de espacio todas y cada una de las mercancías y porcentajes de ellas que se comercializan entre Tepeaca y Veracruz. Gracias a los libros citados anteriormente. Sin embargo es menester citar a algunos de los comerciantes de Tepeaca y el puerto de esa época que poseían casas en ambas ciudades y donde almacenaban los productos que más tarde comercializarían en un punto y en otro.
A saber don Francisco Urbano Jácome, importante introductor de harinas y jabones. Calixto Acevedo, quienes comercializaban algodones, lanas, vinos y aguardiente. Juan de Loizaga, que vendía azúcar de Veracruz y producía manteca, cebos, trigo y harina desde Tepeaca para casi todo el Golfo Central.
Antonio Gutiérrez, fuerte introductor de harinas al puerto. Pedro de la Rosa comerciante en pescado y arroz. Francisco de Sosa, Francisco Antonio de la Llave y Manuel Acevedo ricos comerciantes que, vendían prácticamente todo desde ultramarinos hasta maíz. Por otra parte Dionisio Antonio Barrientos, Cayetano Oropeza y Miguel Serrano son los principales monopolizadores de la compra-venta de harinas y aguardiente.
De esta forma durante casi todo el siglo XVIII del puerto de Veracruz se remitieron mercancías que alcanzaron el 40% de los pagos de alcabalas en la receptora de Tepeaca. Pescados de diversos tipos, barriles de aguardientes, sal de mar, azúcar, panela, piloncillo, arroz, y cacao fueron productos varios que aparecen en los libros de registro y guías comerciales. Mientras que las mercancías de Tepeaca alcanzaron el 37% de los impuestos en la receptoría de Veracruz con productos como: Trigo, maíz, sombreros, manteca, jabones, hortalizas, pero sobre todo la harina.
Sin embargo, ya entrado el siglo XIX y como resumen de esta excelente relación comercial del pasado de nuestros pueblos, y con el inicio de la guerra insurgente vendrían a menguar problemas en ese circuito mercantil que como veremos fue una realidad, tal y como lo dice el informe presentado por la Administración General de Rentas de Veracruz a inicios de la década de 1830: “No somos lo que fuimos: nuestro efecto de exportación abatidos en el mercado no alcanzan en sí y no proporcionan ni la suma que necesitamos para importar los principales renglones que hacen nuestra subsistencia. La harina, jabón, sebo y tejidos de algodón que extraemos de Tepeaca y Puebla, valen más que el tabaco, purga, vainilla, zarza y algún otro efecto cuyos valores presentamos en cambio”.
En síntesis, la vitalidad que había tenido el circuito mercantil alimentado por la producción cerealera local y orientado hacia el área veracruzana había sufrido algunos cambios. De igual forma el nuevo y decidido crecimiento de los comerciantes de Jalapa y Perote habían hecho que las relaciones comerciales entre Tepeaca y Veracruz se fueran deteriorando. Ahora ellos y no los comerciantes de Orizaba y Córdoba, empezaban a poner las reglas del comercio que ya se generaba en Puebla capital y su importante industria textil, harinera y de vidrio.
De esa manera nuevos circuitos comerciales empezaron a florecer, pero ayer como hoy podemos encontrar aún productos y mercancías de ambas regiones en nuestros respectivos mercados. Camiones y transportistas varados en nuestras calles. Comerciantes deambular por nuestras ciudades. Y aún más ver como se entrelazan nuestras “patrias chicas” en letreros luminosos: En Tepeaca: “Pescadería Veracruz” y en el puerto: “Ónix y mármoles de Tepeaca”. Por ello ambas ciudades Veracruz y Tepeaca son y seguirán siendo de Ayer de Hoy y de Siempre.
(*) reflexionestepeaca@hotmail.com
www.cronistadetepeaca.com.mx
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